El Banco de Pagos Internacionales (BPI) considera que el “potencial contagio político de la crisis griega es difícil de evaluar y que la política monetaria es una solución fácil para ganar tiempo, que acaba soportando la mayor parte de la carga por no acometerse ajustes”.
El BPI, del que son miembros sesenta bancos centrales y autoridades monetarias, celebró su asamblea general en la ciudad suiza de Basilea, y además publicó su informe anual, en el que presenta los principales riesgos para las economías más avanzadas por la reciente crisis.
Jaime Caruana, director general del BPI, destacó en la asamblea general la «necesidad de adoptar una perspectiva de más largo plazo, que permita incorporar mejor los factores financieros a sus análisis sobre la economía mundial».
La evolución de Grecia y de la eurozona reproduce desafíos mundiales más amplios, pero amplificados por «un cóctel tóxico de deuda pública y privada y una exigua disposición a acometer ajustes estructurales que son absolutamente necesarios», según el BPI.
«Desde un punto de vista puramente económico, la zona del euro parece estar ahora mejor situada para lidiar con contagios que en el momento en que estalló la crisis. No obstante, la incertidumbre persiste y el potencial contagio político es incluso más difícil de evaluar», añade el informe.
Por su parte, Grecia rechazó las propuestas de sus acreedores y su Parlamento aprobó celebrar un referéndum, después de que las autoridades griegas consideran que las negociaciones habían finalizado.
El BCE ha apoyado hasta ahora a Grecia a través del programa de provisión urgente de liquidez mediante el cual los bancos griegos pueden pedir préstamos de emergencia al Banco de Grecia, y permitir de este modo que no se declaren en quiebra.
La cantidad máxima que los bancos griegos pueden pedir al Banco de Grecia, previa autorización del BCE, se acerca en estos momentos a los 90.000 millones de euros.