El Gobierno de España ha confirmado que la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, será una de las candidatas para presidir el Eurogrupo, tras la salida del portugués Mario Centeno.
Las razones por las que el Gobierno ha prolongado este suspense se han interpretado de varias maneras, pero todas coinciden en el hecho de que se trata de una decisión que reforzará sensiblemente las posiciones de la ministra frente a las del vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, que sostiene posiciones en política económica completamente opuestas a las de Calviño.
Iglesias declaró públicamente que se comprometía a cumplir el compromiso de anular la reforma laboral, pero Calviño se ha resistido hasta ahora a aceptar cambios en esta legislación y sabe que lo que exige la Comisión es precisamente profundizar en esas reformas que tienden a flexibilizar el mercado laboral a imagen de otros países.
Para Sánchez, la candidatura de Calviño representa que al mismo tiempo deberá renunciar a presentar a la ministra de Asuntos Exteriores, Arantxa González Laya a la de la dirección general de la Organización Mundial de Comercio (OMC) como representante de la Unión Europea, como había anunciado que pretendía hacer. Además, el hecho de que la ministra española de Economía presida las discusiones del Eurogrupo significa que no tendrá ningún pretexto para aplicar en su país las doctrinas que se apliquen en Bruselas, incluyendo las reformas para modernizar la economía que van en la dirección opuesta a las del programa que defiende Podemos, el vicepresidente social y su esposa la ministra de Igualdad.
Además, mientras ocupe ese cargo europeo, la ministra tiene prácticamente garantizado un blindaje en Madrid, ya que uno está vinculado al otro. Si Sánchez quisiera cesarla, debería hacerlo sabiendo que perdería la presidencia del Eurogrupo.