La caída del consumo global de ropa y las medidas para frenar la expansión de la COVID-19 han provocado en el sector textil una crisis más profunda que la de 2008, con el cierre de miles de fábricas en Asia y pérdidas de ingresos para millones de trabajadores.
«El comercio de textil se derrumbó en la primera mitad del año. En algunos casos las importaciones desde algunos países cayeron hasta un 70 por ciento respecto al año anterior», afirmó en una rueda de prensa virtual desde Bangkok Christian Vieghelahn, economista de la Organización Mundial del Trabajo (OIT) en Asia-Pacífico.
Este organismo presentó este miércoles un informe que explica que la caída en la producción textil y en el empleo ha provocado en este sector una crisis más pronunciada que la de 2008-09 en la región de Asia-Pacífico, de donde provienen el 60 por cien de las exportaciones mundiales.
«La profundidad de esa caída y la velocidad y la forma de recuperación no serán plenamente visibles hasta 2021 o 2022», reza el informe, que recuerda que el textil da trabajo a 65 millones de personas en la región, el 75 por ciento de los empleos de esta industria en el mundo.