El Banco de Japón (BoJ) ha tomado la decisión de mantener su política monetaria, aunque ha pospuesto la fecha en la que prevé llegar a su meta de inflación, lo que refuerza la opinión de que se quedará por detrás de otros bancos centrales al momento de reducir su programa de estímulo.
Si bien la solidez de las exportaciones y el consumo privado sugieren una recuperación moderada, el BoJ ha reforzado sus pronósticos de crecimiento y ha ofrecido una visión más optimista para la tercera economía más grande del mundo.
No obstante, el débil crecimiento de los precios ha obligado al BoJ a revisar a la baja sus previsiones de inflación, lo que destaca los desafíos que debe enfrentar para reforzar la economía y alentar a los consumidores a gastar más.
El BoJ ha asegurado en su informe sobre sus proyecciones de crecimiento e inflación a largo plazo que «la evolución reciente de los precios ha sido relativamente débil, ya que las empresas se mantuvieron cautelosas respecto a la subida de los salarios y los precios».
Además, considera que «los riesgos para la economía y las perspectivas de precios están sesgados a la baja» y ha reconocido que ha sido más complicado de lo previsto modificar la percepción del público de que la deflación continuará.
El BoJ tuvo que aplazar en un año el momento en el que espera alcanzar su meta de inflación, lo que supone un nuevo contratiempo al experimento monetario del gobernador Haruhiko Kuroda, cuya meta es ganarle de forma sostenible a la deflación.
Ahora el banco central de Japón prevé que la inflación no llegará a ese nivel hasta el año fiscal que concluye en marzo de 2020.
El BoJ ha tenido que aplazar en seis ocasiones el plazo de referencia de precios desde que Kuroda comenzara con su programa de compra de activos en 2013.